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Analistas 15/05/2025

Pepe

Yamid Amat Serna
Creador conceptual

Murió Pepe Mujica; no lo conocí, no lo pude entrevistar, traté en varias ocasiones, estuve cerca, no lo logré; entonces aprendí que algunas veces estar cerca no es suficiente.

Mujica fue mucho más de lo que fue; sus cargos no representaban la importancia de su voz, era su voz, su espíritu, y su espíritu era su forma de aproximarse al significado de la vida.

“Venimos de no ser, pasamos al milagro de ser y vamos al no ser”. Con esa frase entregaba una síntesis sencilla y profunda del misterio de la vida, tal vez de la fugacidad del tiempo y de la necesidad de valorar lo simple y comprenderlo todo, no desde el miedo a desaparecer, sino desde la gratitud de haber podido ser.

Entenderé que me hubiera respondido que venimos del silencio y que un día fuimos nombre y cuerpo para volver al silencio. Entenderé que me hubiera dicho que la vida es un asombro prodigioso al cual le cabe el amor y la ternura y que en ello, así sea breve, ya hay una victoria infinita.

Seguramente me hubiera dicho que, para él, el concepto que mejor se asociaba con la idea de gobernar era el de cuidar y probablemente a mi pregunta sobre en qué consiste el ejercicio de vivir. Hubiera respondido: “Vivir, m’hijo, es aprender a querer lo que uno tiene, a cultivar los afectos, a tener tiempo para observar caer la tarde, a disfrutar un mate; vivir es darse cuenta de que venimos por un rato y que lo importante no es molestar, ni joderle la vida a otro. Vivir es usar bien los minutos, que es lo único que no se compra, y algo más; no se puede vivir apurado deseando siempre lo que no se tiene; si es así, se escapa el milagro; el ejercicio de vivir es un acto de gratitud”. Asumo que yo, visiblemente afectado, dejaría entonces que su mirada cálida siguiera hablando y en sus palabras rápidamente aparecerían respuestas a preguntas no formuladas.

Diría yo luego, en otros recintos o en estas líneas, que nunca me habló de grandezas, y que tal vez por eso, me hizo sentir que lo eterno puede estar en el parpadeo próximo. Es imposible no recordarlo como un gran humanista. Creo que una de sus más grandes virtudes fue nunca perder la fe en el ser humano y no necesitó discursos elaborados ni estrados magnificentes para transmitirlo; le bastaba vivir como hablaba, servir y no servirse, y entender que la verdadera riqueza se hallaba en la sencillez.

Sin duda, si hubiese podido asistir a su “chacra”, le hubiera pedido un paseo en su escarabajo azul claro y allí, en medio del camino, no le hubiera preguntado nada, hubiera dejado el diálogo en el rumbo del volante, en sus manos, en el silencio, tal vez inconcluso en la serenidad de ese espacio, tal vez sintiendo que el día que Mujica volviera al no ser, nos quedaría impreso un eco de su paso por el ser y la responsabilidad de habitar nuestro propio instante con honestidad y gratitud. En mi mente, le agradecería por recordarnos que la vida no está en el ruido, sino en el murmullo, no en la conquista, sino en la siembra.

Como ese día es hoy, porque todos los días llegan, hoy lo hago: gracias, Pepe, por hablarnos bajito mientras todo el mundo gritaba.

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