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Durante años hemos celebrado una narrativa heroica del liderazgo: el que no descansa, el que está disponible 24/7, el que responde correos a las 3 a. m. Hemos confundido agotamiento con compromiso
Hace unos meses, durante una reunión con líderes del sector salud, uno de los ejecutivos más influyentes de la región se desplomó frente a todos. El diagnóstico fue: estado de agotamiento, hipertensión descompensada y una secuencia de señales que llevaba meses ignorando. Días después, ya en recuperación, nos volvimos a encontrar. Nos conocíamos desde hacía años y habíamos compartido muchas conversaciones sobre estrategia y liderazgo. Ese día, con la voz aún débil, me dijo: “Tenía una estrategia para todo, menos para mí mismo”. Esa frase, tan lúcida como sensible, me sigue resonando hasta hoy.
Durante años hemos celebrado una narrativa heroica del liderazgo: el que no descansa, el que está disponible 24/7, el que responde correos a las 3 a. m. Hemos confundido agotamiento con compromiso. Y en esa lógica, la salud se vuelve invisible […] hasta que colapsa.
Según el informe Health on Demand 2025 de Mercer Marsh, el 74% de los empleados reporta deterioro en su bienestar físico y mental, y 61% considera que el trabajo afecta negativamente su salud (Mercer Marsh Benefits, 2025). En Colombia, uno de cada cuatro líderes refiere síntomas compatibles con estrés crónico, mientras más del 50% no se realiza chequeos médicos regulares (Mercer, 2023).
¿Cómo liderar organizaciones saludables si no empezamos por nosotros?
En LaCardio hemos atendido a cientos de ejecutivos en busca de chequeos médicos anuales. Algunos descubren más que cifras: silencios acumulados, rutinas sin pausa, vínculos debilitados. La salud ejecutiva no se trata solo de controlar el colesterol. Es reconciliar el cuerpo con el propósito, la mente con el tiempo, el liderazgo con el cuidado.
Debemos cuestionar la cultura que equipara descanso con debilidad. Necesitamos una nueva narrativa: el autocuidado como inteligencia estratégica. Un líder que se cuida, cuida mejor. Un CEO que se escucha, escucha mejor. Un directivo que respira, inspira.
Las soluciones están a nuestro alcance: evaluaciones integrales que conecten medicina con bienestar; pausas activas reales; rutinas que incluyan salud mental, sueño, nutrición y sentido de vida. Mentorías que no solo hablen de metas, sino también de humanidad. Liderar con salud no es un lujo. Es una responsabilidad. Hoy más que nunca necesitamos líderes vivos, despiertos, coherentes. No por las empresas, sino por ellos mismos. No basta con tener seguros médicos corporativos o membresías a gimnasios. Necesitamos un rediseño estructural del bienestar en el entorno directivo. Institucionalizar el chequeo emocional, incluir el autocuidado en los planes estratégicos y fomentar espacios de pausa consciente no son gestos simbólicos, sino inversiones en sostenibilidad.
Las juntas directivas deberían preguntarse no solo por los estados financieros, sino también por el estado físico y mental de quienes los presentan. Porque el liderazgo sin salud es solo una fachada. Y el liderazgo coherente, el que deja huella, empieza por el ejemplo íntimo de saberse cuidar.
“El mejor KPI de un líder no es la rentabilidad. Es la coherencia entre lo que inspira y lo que vive”.