The Potatoe

Las suspicacias de los malquerientes de los gringos no se hicieron esperar: surgieron teorías conspirativas sobre el dominio del mundo, orquestado desde el nuevo gobierno Washington y un nuevo Papa conservador en Roma. Es claro que la imaginación, exacerbada por el exceso de películas y aliñada con la avalancha de redes sin filtro, forma un cóctel digno de imaginarse en película.

Sin embargo, la evidencia de los hechos muestra un camino alentador. El inicio de este papado está marcado por posturas claras y serenas, propias de un hombre que, con ascendencia italiana, francesa, caribeña hispana y mestiza creole de Luisiana encarna una mezcla poderosa: estadounidense en su cultura del trabajo y el pragmatismo, en su gusto por el béisbol pero también profundamente marcado por su amor al Perú y Latinoamérica. Un Papa que, literalmente, medio mundo siente que le pertenece.

“La paz esté con ustedes”, fue el saludo con el que el Papa León XIV se dirigió al mundo. Pero no se quedó en palabras. A diferencia de otros comienzos de pontificado, este tiene propuestas concretas: ofreció el Vaticano como sede neutral para una próxima ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania. Lo mismo ha hecho con Estados Unidos, país que también puede desempeñar un papel determinante en los conflictos de Oriente Medio y de este vecindario.

Consciente de su investidura y de la solemnidad que conlleva su rol, el Papa ha recibido a jefes de Estado y figuras influyentes en uno de los espacios más imponentes del Palacio Apostólico del Vaticano recordándoles la grandeza y legitimidad milenaria del Catolicismo: la Sala Clementina. Construida en el siglo XV, sus frescos y decoración exaltan el papel de la Iglesia como garante de que hay un Dios. Allí estuvo, el pasado 19 de mayo, el vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance.

Vance, católico converso, ha declarado sentirse conmovido por la lectura de San Agustín, especialmente por “Confesiones” y “La ciudad de Dios”. Asegura que estos textos han sido claves en la formación de su pensamiento político. Coincidencia o no, el Papa León XIV pertenece a la orden de los Agustinos. Claro está que compartir lecturas no significa compartir interpretaciones.

Al final de la audiencia, el Papa entregó a Vance una escultura en forma de flor, símbolo de la fragilidad de la paz. La pieza llevaba una inscripción en italiano: “La paz es frágil como una flor y debe cultivarse con cuidado”.

El vicepresidente Vance había visitado al Papa Francisco un día antes de su fallecimiento. Fue, de hecho, el último líder político que lo vio en vida. En el funeral, los presidentes Donald Trump y Volodímir Zelenski coincidieron en la Basílica de San Pedro -semanas después de un tenso encuentro en el Salón Oval de la Casa Blanca-, ambos dignatarios se sentaron como cualquier feligrés. Un momento ojalá, premonitorio de una paz urgente... y por qué no, de otras paces: la de Israel y Palestina, y la de tantos países donde los gobiernos y sus ideologías son sinónimo de violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos.

Sin duda el Vaticano y este Papa León XIV tienen la autoridad moral para revivir la esperanza y generar confianza en los esfuerzos diplomáticos. La Iglesia Católica sigue trabajando en defensa de los más necesitados, y continúa salvando a millones de personas de violaciones a sus derechos fundamentales. El mundo reconoce el rostro humano de esta Iglesia, y de allí surge como una alternativa real, auténtica e imparcial.

Y en cuanto al vecindario, conviene recordar que, gracias a la Iglesia, millones de latinoamericanos han recibido —y si los gobiernos de sistemas fracasados lo permiten, seguirán recibiendo— una educación de calidad, en la que aprendieron principios, valores y criterios para construir su felicidad y realización personal. De la misma manera, los más necesitados y golpeados por la violencia siguen recibiendo ayuda, consuelo y amor a través de una red capilar que empieza en los religiosos y religiosas que viven en carne propia las duras realidades sociales, políticas y delincuenciales.

Ánimo y optimismo. No olviden que ustedes son parte viva de esas redes de apoyo: parroquias, congregaciones, fundaciones, centros educativos. Y que, con sus recursos -materiales, espirituales, intelectuales- hacen realidad la misión de Dios en la tierra. El Papa León XIV nos lo dijo con convicción total: “El mal no podrá triunfar”.