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Acuerdos alcanzados con China
Colombia ya hace parte de la nueva ruta de la seda promovida por China, una oportunidad que no es excluyente con el comercio con Estados Unidos, pero obras son amores y no buenas razones
Lope de Vega fue uno de los grandes representantes del llamado siglo de oro español, poeta y dramaturgo que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII, especialmente célebre por frases populares que usan para representar situaciones cotidianas; en este caso “obras son amores y no buenas razones”, que no es otra cosa que decir que el amor verdadero se demuestra con hechos, no solo con palabras.
El presidente, Gustavo Petro, y su homólogo chino, Xi Jinping, se reunieron en el Gran Salón del Pueblo, ubicado en el lado oeste de la Plaza de Tiananmén, en Pekín, para firmar la adhesión de Colombia a la Nueva Ruta de la Seda. Uno de los hechos de gobierno más importantes en términos de diplomacia de la historia reciente del país. El objetivo de los dos países es poner en marcha cinco puntos en los que la Nueva Ruta de la Seda busca cooperación: transición energética, agroindustria, reindustrialización del sector salud, inteligencia artificial e infraestructura tecnológica, y movilidad, planes que contemplan financiamiento y cooperación no reembolsable.
Los tres últimos presidentes de Colombia se han reunido con el líder chino, pero solo hasta ahora las reuniones se materializan en un convenio concreto y fijan unos pilares para la cooperación. Ahora, el paso a seguir es que toda la batería de cooperación no se quede en cuentos chinos que desgasten la gran apuesta que ha hecho el actual Gobierno Nacional al estrechar las relaciones con la segunda economía del mundo, en claro desmedro y debilitamiento de las relaciones con Estados Unidos, que sigue siendo el primer socio comercial de Colombia y motor de la economía mundial.
Lo de Petro es una jugada hábil y necesaria, pero temeraria, por no decir tremendista en medio de la guerra arancelaria en desarrollo desatada por Donald Trump con varios países del mundo. Dicen los exministros Ocampo y Malagón en su nuevo libro, “Equidad y crecimiento: ¿pueden ir de la mano?”, (Externado, 2025), que una de las disyuntivas frecuentes en la política económica es que “toda decisión racional implica por lo menos una renuncia.
En teoría económica, esta idea se recoge bajo el concepto de costo de oportunidad, según el cual el costo de tomar una determinada decisión es renunciar a la oportunidad de acceder a otra (o a un conjunto de decisiones) o a los beneficios que ésta traiga consigo”. Del mismo gobierno de Petro depende que no se renuncie al comercio con Estados Unidos, ni que su gobierno republicano castigue a Colombia por adherir a la nueva ruta de la seda; todo dependerá de la capacidad diplomática que tenga para evitarlo.
Colombia no debe ser tan pasivo con China y solo oír sus promesas de grandes inversiones e ideas de cooperación; si de verdad quieren vincularse con Colombia (por ejemplo) es comprometer que la administración de Xi Jinping subsidie la expansión de tiendas de café de Juan Valdez u otras marcas similares en su territorio.
Las autoridades chinas no sólo deben prometer más TikTok, autopistas, carros eléctricos baratos o inteligencia artificial, deben hacer posible que los miles de millones de sus habitantes experimenten el café colombiano en las tiendas colombianas de las que abundan en Occidente. Ojalá el próximo viaje a China de los gobernantes colombianos sea para inaugurar (con subsidios chinos) un centenar de tiendas de café que beneficien a medio millón de familias productoras en Colombia.
El mejor nefasto ejemplo de que las reglas son para romperlas es la regla fiscal, la norma que le impide a los políticos técnicos gastar y endeudarse más, pero que no sirve para nada
Solo evaluar suspender temporalmente la regla fiscal es profundizar la crisis en el manejo de la economía, es ponerle una condena a las finanzas públicas difícil de pagar
La política monetaria del Emisor debe ser muy quirúrgica, la inflación ya casi está en terreno de 4%, pero presionar desde el Gobierno para que los tipos bajen sin control, puede ser muy malo